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De tumba en tumba – La Belleza y la Muerte

Empezamos una serie de entradas en nuestro blog dedicadas a nuestras canciones-poemas-pinturas-películas favoritas, siempre y cuando estén relacionadas de una manera u otra con la muerte. No para deprimirnos ni amargarnos, que eso no nos va, sino para pasarnos este mes de noviembre que se nos avecina celebrando que estamos vivos. Y estaréis de acuerdo conmigo en que esa sí que es una buena noticia. Eso sí, no sabemos cuánto nos va a durar este regalo maravilloso que es la vida, así que… ¡¡¡aprovechemos el tiempo!!! Nada es eterno, como ya nos advertían Los Chichos, esos clásicos contemporáneos: “Porque tú te ves bonita tú te pones orgullosa / ni más ni menos, ni más ni menos / más bonitas son las rosas, llega el tiempo y las marchita“.

O sea: “No te va a servir de nada ser guapa, hija mía, que en cien años todos calvos. Tú dedícate a ser decente, que eso sí que es un fondo de pensiones. Ahorra en virtud, que luego te reirás cuando veas a las rubias explosivas cociéndose a fuego lento en el caldero de Pedro Botero“. Y eso sin contar con que los guapos y las guapas envejecen fatal, algo que se ha sabido toda la vida. En fin, que ya lo decía Jorge Manrique en las “Coplas a la muerte de su padre”:

Decidme: la hermosura,

la gentil frescura y tez

de la cara,

el color y la blancura,

cuando viene la vejez

¿cuál se para?

Las mañas y ligereza

y la fuerza corporal

de juventud,

todo se torna graveza

cuando llega el arrabal

de senectud.

¿Y no es lo mismo que todos hemos pensado cuando nos encontramos con los y las guaperas que iban a nuestra clase? “Madreeeeeeee, pero qué aviejao está“. Verdad universal que se cumple en el 95% de los casos y que es un estupendo consuelo para los que nos hemos ido convirtiendo en maduritos interesantes y resultones. Pero volvamos a lo nuestro, porque aunque Jorge Manrique parezca un poco agonías hay que ponerse en su lugar. Se muere su padre, don Rodrigo, y con todo el sofocón el hombre escribe sus (maravillosas, inolvidables) cuarenta coplas dedicadas a él. En esas circunstancias cualquiera pensaría que nada vale la pena, que todo pasa y todo queda pero lo nuestro es pasar, y todo eso. Luego se te pasa el disgusto y ves las cosas de otra manera, pero de momento… es normal.

Ilustración de la primera página de las “Coplas por la muerte de su padre”

¿Qué os parecen las  ilustraciones que acompañaban a las “Coplas”? Como para subir la moral, ¿no? La muerte, que carga con un ataúd que a lo mejor es el de don Rodrigo Manrique, lleva su guadaña en la mano y pasa por encima de todo. ¿Os habéis fijado en las calaveras que hay en el suelo y que ella pisotea sin problemas? Una de ellas es la de un rey (o una reina), porque la muerte, cuando llega la hora, baila con todos, desde el Papa hasta el mendigo. “Cuando tú llegas airada / todo lo pasas de claro / con tu flecha“, dice otra de las coplas. Todo. Ricos y pobres, guapos y feos, jóvenes y viejos. Rodrigo Manrique era un hombre muy mayor para la época, pues vivió hasta los 70 años, pero ese mismo año de 1476, unos meses antes, había muerto en Florencia una bellísima muchacha que sólo tenía 23.

¿Quién le iba a decir a la pobre Simonetta, que sirvió de modelo a Botticelli para su Venus, que moriría con 23 añicos?

Sólo un año antes de morir la bella Simonetta Vespucci había sido elegida “Reina de la belleza”. Florencia entera estaba enamorada de ella, desde el mismísimo Lorenzo el Magnífico hasta Botticelli, el pintor que la inmortalizó para la eternidad en “El nacimiento de Venus” y que cuando murió pidió que le enterrasen a sus pies. Eso sí, de nada le sirvió aquella noche del 26 de abril cuando llegó la Muerte (en forma de tuberculosis) y se la llevó por delante. Seguro que cuando unos pocos años después Garcilaso de la Vega escribió este soneto, dedicado a la hermosa Isabel Freyre, estaba pensando en alguna historia parecida a la de “la bella Simonetta“:

En tanto que de rosa y azucena

se muestra la color en vuestro gesto,

y que vuestro mirar ardiente, honesto,

enciende el corazón y lo refrena;

y en tanto que el cabello que en la vena

del oro se escogió, con vuelo presto,

por el hermoso cuello blanco, enhiesto,

el viento mueve, esparce y desordena;

coged de vuestra alegre primavera

el dulce fruto, antes que el tiempo airado

cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,

todo lo mudará la edad ligera

por no hacer mudanza en su costumbre.

Que viene a ser más o menos lo mismo que decían Los Chichos, pero casi quinientos años antes y con un punto de vista muchísimo más moderno y menos machista. “Aprovecha, hija, que esto no te va a durar siempre y lo único que te quedará es lo que te lleves por delante“. O como diría un clásico más castizo, “Lo que se han de comer los gusanos, que lo disfruten los humanos“, algo con lo que parece que está completamente de acuerdo Góngora cuando escribe este soneto tan maravilloso como terrible:

Mientras por competir con tu cabello

oro bruñido al sol relumbra en vano;

mientras con menosprecio, en medio el llano,

mira tu blanca frente el lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello,

siguen más ojos que al clavel temprano;

y mientras triunfa, con desdén lozano,

del luciente cristal tu gentil cuello…

goza cuello, cabello, labio y frente,

antes que lo que fue en tu edad dorada

oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no sólo en plata o vïola troncada

se vuelva, más tú y ello juntamente

en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

Disfruta, disfruta todo lo que puedas, que antes o después te has de pudrir, hija mía, y entonces ya no habrá vuelta atrás“. ¿Cómo se os ha quedado el cuerpo? Pues más o menos como se te queda cuando bajas a la cripta de Santa Maria delle anime del Purgatorio, en Nápoles, a ver a la patrona de las novias napolitanas, la principessa Lucia, muerta al día siguiente de su boda. ¿La veis en la foto?

En tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada…

Su calavera, con los velos de novia todavía puestos, trae a la cabeza ese último verso del soneto de Góngora, que aún no estaba escrito cuando Francisco de Borja pronunció ante el cadáver descompuesto de la bellísima emperatriz Isabel, que había escoltado desde Toledo hasta Granada, aquella terrible frase: “Nunca más serviré a un señor que pueda morir“.

San Francisco de Borja contemplando la calavera de su idolatrada emperatriz

Ay, si es que todo pasa, y la belleza lo primero de todo. La edad primero y la muerte después acaban con la lozanía de la juventud, y a la vista está. Pero en vez de asumirlo, romper los espejos y marcharnos al monte con una calavera, una vela y un reloj de arena a reflexionar, nos resistimos con todas nuestras fuerzas al paso del tiempo. Y no es de ahora, que lo hacemos desde tiempo inmemorial. Volvamos a Jorge Manrique para comprobarlo:

Si fuera en nuestro poder

dejar la cara hermosa,

temporal,

como podemos hacer

el alma tan glorïosa,

angelical…

¿Qué diligencia tan viva

tuviéramos toda hora,

y tan presta,

en componer la cautiva

dejándonos la señora

descompuesta?

O sea, que corremos desesperados detrás de un imposible, que es conservar la belleza física, y no nos preocupamos de algo que está al alcance de nuestra mano, o sea, la belleza moral. Dedicamos todo nuestro esfuerzo a “la cautiva“, el cuerpo, y no hacemos ni caso a “la señora“, el alma. Vale, de acuerdo, no le falta razón, pero chico, es que estar todo el día pensando en el más allá… Que sí, que el alma es eterna (o no, quién sabe) y el cuerpo perecedero, pero vaya, que un triunfo sea efímero no significa que deje de ser un triunfo, ¿o no? Ahí están los Argensola para recordárnoslo, con su soneto dedicado “A una mujer que se afeitaba y estaba hermosa” (o sea, que se ponía afeites, no os la imaginéis con unos bigotes tipo Pancho Villa porque no es eso):

Yo os quiero confesar, don Juan, primero,

que aquel lustre y color de doña Elvira

no tiene de ella más, si bien se mira,

que el haberle costado su dinero.

Pero tras esto, confesaros quiero,

que es tanta la beldad de su mentira

que en vano a competir con ella aspira

belleza igual de rostro verdadero.

Más, que mucho que yo perdido ande

por un engaño tal, pues que sabemos

que nos engaña así Naturaleza.

Porque este cielo azul que todos vemos

ni es cielo ni es azul, lástima grande

que no sea verdad tanta belleza.

Doña Elvira se quedaría tan contenta, seguro, y eso no se paga con dinero. Ya llegaría el momento en que lo suyo no tuviera remedio, pero mientras tanto… a triunfar. “Aprovecha la florada“, que dirían las abuelas, por lo menos la mía. “Collige, virgo, rosas“, que dijo Ausonio allá por el siglo IV d.C. Que cortes las rosas mientras estén en flor, vamos. Eso sí, no quemes todos los cartuchos, que después de la belleza y la juventud sigue habiendo vida y no está nada mal tampoco, aunque haya gente que piense que sin eso no merece la pena vivir. A lo mejor algo así pasaba por la cabeza de James Dean cuando dijo aquella famosa frase: “Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver“. Y lo mismo pensarían los miembros del “club de los 27“, o sea, un buen montón de rockeros que decidieron vivir deprisa y acabaron abandonando este mundo cuando todavía estaban en la flor de la juventud (bueno, no sé si realmente lo decidieron o que la máquina no les dio para más), tras una corta pero intensa vida de sexo, drogas y rock&roll.

En fin, que después de este paseo por los clásicos de todo tiempo y lugar, ¿a qué conclusión podemos llegar? Pues cada uno a la suya, eso está claro. Si eres guap@, mon@, resultón/a… aprovecha, pero no te creas que con eso lo tienes todo, que la simpatía dura siempre y al fin y al cabo “la suerte de la fea, la guapa la desea“. Y sobre todo, no te olvides de una cosa: cualquier cosa tiene solución menos la muerte, así que aunque estés arrugado como una pasa y seas fe@ como un demonio disfruta de la vida, porque mientras no se demuestra lo contrario es lo más maravilloso que hay.

¿Queréis seguir leyendo sobre el tema? Pues aquí os dejo algunas sugerencias de nuestro blog:

 El Tiempo y la Muerte

Drácula, Don Juan, el Amor y la Muerte

El triunfo de la Muerte… y los nuestros

5 respuestas a “De tumba en tumba – La Belleza y la Muerte”

  1. MARAVILLOSO, CON GANAS DE LEER MAS…

  2. […] “La Belleza y la Muerte” […]

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