Vivimos en una tierra de dragones, mire usted por dónde. Bueno, más bien de dragón. Y no sólo por el dragón de San Jorge, que de ése hablaremos otro día, sino por que la palabra Aragón es tan parecida a dragón que oye, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, un buen día decidieron que el dragón podía servir como símbolo del reino. Y como consecuencia de eso, en Zaragoza viven un montón. ¿Conocéis alguno?
Ya que se ponían, los reyes aragoneses se encargaron una cimera (una mezcla entre casco y corona, más o menos) de lo más molona, con un dragón con alas para ponérselo en la cabeza. ¿Veis el relieve que hay en la foto? Pues encima del escudo del centro, con las barras, tenéis el casco (por cierto, podéis ver éste y su pareja en el patio del Museo de Zaragoza, en la plaza de los Sitios; los que hay en el Pignatelli, en la fachada que da a la parte de atrás que siempre había sido la de delante, son una copia). Discreto, ¿verdad? Arreglao pero informal, diría yo.
Aunque a lo mejor la palabra cimera no viene de cima, sino de quimera, por las figuras fantásticas que ponían los caballeros sobre los yelmos, que podían recordar a una quimera (un monstruo de tres cabezas que vomitaba llamas). Las figuras se hacían de cartón o de pergamino, y podían ser de lo más espectaculares.
El primero que utiliza este símbolo es Pedro IV, y a partir de él lo hicieron sus sucesores. P.ej., Fernando el Católico la usa para coronar su escudo en la Aljafería, y lo podemos ver en varias de las techumbres de madera de la zona que él amplió.
Y sin salir de la Aljafería, el dragón no podía faltar en un lugar como el salón principal del palacio. A finales del siglo XV Fernando el Católico encargó una gran reforma en el palacio de sus antepasados, y hoy todavía podemos ver el extraordinario resultado. Lo más espectacular es, probablemente, el artesonado del conocido como salón del trono.
Esta maravillosa techumbre está llena de detalles curiosos, y concretamente un buen montón de pequeños dragones. ¿Sabéis dónde? Pues si os fijáis, en la parte de abajo de la foto que tenemos encima hay una banda con una inscripción, ¿no? Pues bien, mirad ahora la banda que hay encima, llena de hojas de cardo (algo muy de moda en aquellos años). Aquí tenéis un detalle.
¿A que son simpáticos, los dragoncicos jugando entre los cardos? ¿No os habíais fijado? ¿Y a qué estáis esperando para acercaros un día de estos?
¿Qué, os imaginabais que pudiera haber tantos dragones en Zaragoza? Pues esto no es nada, porque aún hay muchos más. En otro “capítulo” hablamos del dragón de San Jorge, que ése sí que era un dragón en condiciones, con fuego, princesas secuestradas y toda la parafernalia.
Si queréis saber mucho más sobre la fauna que habita en los edificios, las calles y las plazas de Zaragoza, aquí os dejo unos cuantos artículos de nuestro blog donde contamos sus historias.
El león de San Marcos, un trozo de Venecia en Zaragoza
El perro de San Roque no tiene rabo
Los gallos de las veletas… y algún otro
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