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Semana Santa insólita – Romper la Hora en Híjar

¿No habéis tenido nunca la sensación de que hay minutos que duran mucho más que otros? Yo lo pienso siempre en los momentos antes de “Romper la Hora”, cuando me encantaría que el tiempo se detuviese. ¿Por qué? Pues no lo sé, pero esos minutos justo antes de las doce de la noche del Jueves Santo, en Híjar, son de felicidad plena, absoluta y total. Son los que preceden a algo que espero durante todo el año, que me emociona más que casi ninguna otra cosa. Durante un año entero me gustaría que el reloj se acelerara para que el Jueves Santo llegase cuanto antes, pero justo en esos minutos en los que todo está a punto de empezar… me gustaría que el tiempo se estirase como si fuera un chicle para disfrutar un poco más de la ansiedad de la espera. ¿Por qué? Voy a intentar contároslo, aunque ni yo mismo lo sé.

Vayamos por partes: ¿qué significa esa expresión tan peculiar de “Romper la Hora”? En Híjar nunca he oído a nadie decir ni rompida ni cosa similar, sino “Romper la Hora”, algo mucho más contundente y expresivo. Se refiere a lo que ocurre en el preciso momento en que empieza el Viernes Santo, décimas de segundo después de la medianoche, cuando a una señal del alcalde cientos de tambores y bombos empiezan a tocar a la vez y rompen esa hora en mil pedazos.

Dos horas antes la gente empieza a coger sitio en los porches (en el centro de la plaza solo pueden estar los que van a tocar). A las once y pico empiezan a aparecer los primeros tambores y bombos y, poco a poco, una marea negra va cubriendo todo el espacio del centro de la plaza y los porches y balcones se llenan hasta reventar (el espacio, como el tiempo, también es elástico a veces). Cuando faltan muy pocos minutos para las 12 el alcalde baja del Ayuntamiento y se abre paso entre la multitud hasta llegar a la farola que hay en el centro de la plaza. En ese momento se hace un impresionante silencio, más impresionante aún si tenemos en cuenta la cantidad de gente que hay en esa pequeña plaza. Y son esos segundos los que a mí me ponen los pelos de punta, porque el tiempo se vuelve lento, increíblemente lento y espeso, y busco con la mirada a la gente que quiero, a mis padres que están por los porches o en algún balcón, a mis hermanas, que no estarán muy lejos, a Juan, a Pilar… y a mi abuelo, sobre todo a mi abuelo, que ya no está pero que en ese momento está a mi lado, con su tambor, como siempre.

Mi abuelo Antonio

¿Entendéis ahora por qué me gustaría que esos momentos fuesen eternos? Porque el abuelo está otra vez ahí, conmigo, como cuando era pequeño, y me cuida como me ha cuidado siempre. Y porque miro a mi alrededor y las caras son de felicidad, de una alegría contenida, nerviosa, con montones de sentimientos que se entrecruzan por todas partes. Esos segundos son… eléctricos. Y cuando toda esa tensión acumulada se libera… es una explosión inigualable, de dimensiones cósmicas, y os aseguro que no es una exageración eso de que la tierra tiembla. ¿Queréis verlo? Pues id hasta el minuto ocho y medio, más o menos. Eso sí, para sentirlo hay que estar allí y dejarse envolver por el sonido y los sentimientos que brotan de él.

¿Por qué se hace algo así? Es probable que hayáis oído alguna vez que se intenta imitar a los elementos que se desataron en el momento de la muerte de Cristo, cuando la cortina del templo se rasgó, la tierra tembló… Es posible, no lo sé. Hay muchas fiestas en las que se hace ruido para espantar algo, sean los malos espíritus, la noche o el propio miedo. A lo mejor tiene algo que ver con eso, o a lo mejor no. ¿Sabéis una cosa? Hace ya un tiempo que me di cuenta de que es lo de menos. Lo importante de verdad es que, cada uno con sus motivaciones, lo sigue haciendo. ¿Por qué? ¿Sólo porque se ha hecho siempre y porque lo hacen (casi) todos? ¿Creéis que eso sería motivo suficiente? Yo creo que no. ¿Porque es algo que sale en la tele y eso nos hace sentirnos orgullosos? Todo eso es importante, por supuesto, pero no es suficiente para explicarlo. Yo pienso que la clave está en que es una fiesta en el sentido antiguo de la palabra, de cuando no todos los días eran iguales y había en el calendario momentos excepcionales que iban marcando el ritmo de la vida, como los puntos y las comas en una frase. Momentos en los que de alguna manera inexplicable se conecta con nuestros antepasados y con nuestros descendientes en un solo segundo mágico, fugaz pero absolutamente real. Una fiesta en la que, precisamente por eso, cada uno sabe que ni puede ni debe estar en otro sitio que en el que está, porque hacerlo sería traicionar a los tuyos y romper una cadena de la que tú eres un simple (e imprescindible) eslabón.

Había un lugar al que los antiguos griegos llamaban “omphalos“, “ombligo”, el centro del mundo. Pues bien, por un momento esa farola es exactamente eso, y el tiempo que se había detenido de pronto empieza a girar alrededor de ella a una velocidad tan vertiginosa que lo arrastra todo. El alcalde, que durante un largo instante había sido el centro de todas las miradas, se pierde entre la multitud y cada uno se convierte en el verdadero protagonista de algo que se hace entre todos y que al mismo tiempo es rabiosamente individual, porque se toca con los demás y a la vez concentrándose en uno mismo. No sé cómo explicarlo, pero probablemente lo que quiero decir es que la impresión que puede tener un espectador es que, habiendo tantos, si uno falta no pasa nada, pero la que se tiene desde dentro es que si uno falta algo falla. Como en una orquesta, supongo, aunque no tiene nada que ver. ¿O sí? No lo sé.

¿Cuánto dura esto? Media hora, una hora… poco a poco las cuadrillas empiezan a abandonar la plaza y a dispersarse por las calles del pueblo llenándolo todo de un sonido atronador. Queda mucha Semana Santa por delante, pero son momentos en los que parece que se quiera beber a tragos algo que uno ha esperado mucho. Ya vendrán momentos para la calma, para disfrutar, para todo… incluso para el silencio, pero eso será un poco después, cuando a las dos de la mañana empiece una procesión absolutamente especial y única: “Los despertadores“. Pero eso… os lo cuento en el siguiente post.

Y por cierto, si queréis saber mucho más sobre esa increíble tradición que es la Semana Santa, hemos preparado estas tres excursiones:

  • ¡¡¡NOS VAMOS DE EXCURSIÓN!!! – JUEVES SANTO EN HÍJAR. Si queréis más información o reservar entrad aquí o llamadnos al 976207363
  • ¡¡¡NOS VAMOS DE EXCURSIÓN!!! – VIERNES SANTO EN CALANDA, ALCORISA E HÍJAR. Si queréis más información o reservar entrad aquí o llamadnos al 976207363.
  • ¡¡¡NOS VAMOS DE EXCURSIÓN!!! – SÁBADO SANTO EN ALCAÑIZ. Si queréis más información o reservar entrad aquí o llamadnos al 976207363

Y si queréis saber más, aquí os dejo otros capítulos de nuestro blog:

Salamanca, el “padre putas” y el Lunes de Aguas

El entierro de Genarín en León

El besapié de Jesús de Medinaceli en Madrid

Los “picaos” de San Vicente de la Sonsierra

Sevilla y el viacrucis de la Cruz del Campo

Un Cristo heroico en Zaragoza

Domingo de Ramos en Elche

La luna y la Semana Santa

El juego de las caras en Calzada de Calatrava

Híjar, la familia y la tradición

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  • #nápolescongozarte2024 ¡¡¡Espectacular #Paestum!!! Toda la extraordinaria herencia que nos dejaron los griegos está aquí.
    #nápolescongozarte2024 Hoy nos vamos a #Paestum, uno de los yacimientos arqueológicos más importantes del mundo situado al sur de #Nápoles, con el templo griego mejor conservado que existe (tiene tres grandes templos, excepcionales los tres). Pues bien, allí apareció una tumba griega del siglo V a.C. con una de las imágenes más impactantes que conozco del momento de la muerte. En ella un hombre desnudo (que es como nos enfrentamos a la Muerte) se lanza al agua, al inmenso y desconocido océano de la eternidad. Siempre me ha impactado esta imagen, tanto por la decisión con la que se tira (¿acaso tiene otra opción?) como por el hecho de representar la puerta al Más Allá como una lámina de agua, es decir, un espejo. Al fin y al cabo, no tenemos ni idea de lo que nos espera al otro lado, si es que hay algo, y la imagen que nos hacemos de lo que hay Más Allá de la muerte, ¿no refleja lo que conocemos del Más Acá, como un espejo? ¿No querríamos que fuera una prolongación de esta vida en la que nos reencontrásemos con todas esas personas a las que queremos con locura y que partieron antes que nosotros? Yo, desde luego sí. No necesito ángeles tocando el arpa, ni coros celestiales ni huríes del Profeta. Con tener la más mínima sospecha de que estén esperándome mi padre, mis abuelos, mis tíos y los amigos que se han ido antes, tengo mucho más que suficiente como para que merezca la pena saltar al agua sin miedo y con la misma decisión que este "#tuffatore", que es como se le conoce en italiano (traducido sería el zambullidor, más que el nadador, pero la palabra nos suena extraña).
    #nápolescongozarte2024 Hoy nos vamos a #Paestum, uno de mis lugares preferidos en el mundo. La antigua ciudad griega conserva tesoros extraordinarios, y no sólo sus increíbles templos (uno de ellos, probablemente el mejor conservado del mundo griego), sino también la famosísima tumba del "tuffatore", un ejemplo excepcional de pintura griega.
    TAL DÍA COMO HOY... En 1586 el arquitecto Doménico Fontana realizó una auténtica proeza: levantar el obelisco egipcio de la plaza de San Pedro. Lo había traído Calígula de Egipto en el 37 d.C. para colocarlo en la espina del Circo Vaticano, y el papa Sixto V ordenó colocarlo en el eje de la basílica de San Pedro (la plaza aún no existía como la conocemos hoy). Solo hubo que moverlo unos metros, pero el traslado revestía una enorme complejidad. Cuentan (aunque probablemente no es más que una leyenda) que el papa había prohibido que nadie hablase, amenazando con condenar a muerte a quien lo hiciera, pero cuando lo estaban levantando alguien gritó: "¡¡¡Agua a las cuerdas!!!", queriendo decir que si las cuerdas no se mojaban iban a ceder bajo el enorme peso (el papa, evidentemente, no lo condenó). En el traslado se emplearon 900 hombres, 75 caballos, innumerables poleas y centenares de metros de cuerda, como describe Fontana en su trabajo titulado “Del modo tenuto nel transportare l´obelisco Vaticano”.
    TAL DÍA COMO HOY... En 1877 se encontraron los supuestos restos de #Colón en la catedral de Santo Domingo, en la República Dominicana. ¿Son los auténticos? Pues a ver, vamos a situarnos. Ya sabemos que la Humanidad tiene la costumbre de no dejar descansar en paz a los muertos ilustres, y lo cierto es que lo que había viajado aquel hombre en vida no fue nada en comparación con lo que viajó después de muerto: primero fue enterrado en Valladolid (donde murió en 1507), luego lo llevaron a la cartuja de Sevilla, de ahí a la catedral de Santo Domingo y de ahí a la de La Habana, cuando Santo Domingo fue conquistado por los franceses en 1795. Finalmente, cuando en 1898 se perdió Cuba los restos se trasladaron otra vez a Cádiz y de allí a Sevilla, donde siguen (de momento) en una tumba monumental que está en la catedral. La cosa no es tan sencilla, de todas maneras, porque en la República Dominicana siguen empeñados en que ellos tienen los restos auténticos, y para ellos inauguraron en 1992 un monumento faraónico, el Faro a Colón.
    TAL DÍA COMO HOY... En 1981 el Guernica volvió a España desde el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Picasso lo había pintado en 1937 por encargo del Gobierno de la República para la Exposición Internacional de París, cuando España estaba en plena Guerra Civil. El cuadro nunca había estado en nuestro país, y Picasso se había encargado de dejar claro que no debía hacerlo hasta que no hubiera república en España otra vez. Como las cosas no fueron como muchos habían planeado, y la forma de gobierno que sucedió a la dictadura fue la monarquía parlamentaria, finalmente el cuadro volvió cuando ya había llegado la democracia. Picasso había muerto ocho años antes, así que no podemos saber que hubiera opinado de aquello (aunque no sé muy bien qué derecho podía tener él a decidir algo así, cuando era un encargo que había cobrado, cómo se pudo demostrar con la documentación correspondiente).
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