El día 15 de junio de 1808 los franceses se presentan ante las puertas de Zaragoza esperando entrar en uno o dos días. Se equivocan. En los meses siguientes los zaragozanos se resisten de forma desesperada, terrible, insensata, heroica… En los acontecimientos de aquellos meses, que le dan a Zaragoza una dimensión mítica, se mezclan el heroísmo y la traición, la gloria y la miseria, la muerte y la inmortalidad.
En cualquier caso, aún quedan restos suficientes de aquel período como para podernos hacer una idea cabal de lo que aquello supuso: murallas, fachadas de conventos de los que no se conserva nada más, casas con sus muros llenos de las huellas de la metralla y la memoria de sus protagonistas.
Un recorrido que nos llevará al mismo corazón de una guerra sin cuartel.
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Zaragoza está llena de Goya por todas partes. No sólo tenemos su obra, sino también la ciudad en la que pasó toda su infancia y su juventud, de la que se conservan montones de edificios, rincones… y también todos los homenajes y monumentos que Zaragoza le ha dedicado a su hijo más ilustre.
Muy cerca de su casa y del colegio de los Escolapios estaba el Hospital de onvalecientes (actualmente conocido como Hospital provincial, u Hospital de Gracia), cuya estupenda iglesia se conserva perfectamente. En ella hay un retablo pintado por José Luzán, el artista con el que Goya dio sus primeros pasos en el mundo de la pintura. Obras suyas hay en muchas iglesias de la ciudad, pero merece la pena ir a ver ésta: ¿seguimos los pasos de Goya en Zaragoza?
A pocos metros del hospital aún se levanta la Puerta del Carmen, la única de todas las que tuvo la ciudad que sigue en pie. Se construyó en 1789, cuando Goya ya vivía en Madrid, y ahí sigue “viendo pasar el tiempo“. Igual que sigue en su sitio el Canal Imperial de Aragón, una de las obras de ingeniería más importantes de la Europa del siglo XVIII.
El canal fue un empeño personal de un personaje al que Goya conocía muy bien y al que incluso retrató: Don Ramón de Pignatelli, miembro de una importantísima fam
ilia nobiliaria, canónigo, Protector del Canal… Cuando logró su empeño de que las aguas llegaran a Zaragoza levantó junto a las esclusas la Fuente de los Incrédulos, “para convencimiento de incrédulos y reposo de caminantes“.
En uno de los muchos viajes que Goya hizo a Zaragoza cuando ya vivía en Madrid, Pignatelli le llevó a navegar por el canal. Pasarían por delante de la iglesia que había mandado construir para los trabajadores (estaban en una zona demasiado alejada de la ciudad como para poder ir a misa) y que dedicó a San Fernando. Seguramente entonces le encargaría ya los tres magníficos retablos pintados que iban a decorar el interior.
Lamentablemente aquellos tres enormes cuadros (pintados en la cumbre de la carrera de Goya, nada más acabar “La familia de Carlos IV“) desaparecieron en la Guerra de la Independencia. Eso sí, aunque no están en Zaragoza, sino repartidos en distintos museos, los bocetos se conservan. Aquí os dejo uno de ellos, en el Museo de Bellas Artes de Buenos Aires.
Nos hemos alejado mucho y vamos a volver otra vez al centro. Más aún, al corazón de Zaragoza, un edificio al que Goya está más que vinculado: el Pilar. Cuando Goya era un chaval vivía a cinco minutos del Pilar y pudo ver todo el ajetreo de la obra, especialmente la construcción de la espectacular Santa Capilla, una de las mejores de la Europa del siglo XVIII.
Muy cerca está la casa de los marqueses de Sobradiel, cuya pequeña capilla se decoró con pinturas de un Goya muy joven, la mayoría de las cuales pueden verse hoy en el Museo de Zaragoza. Aquí tenéis una de ellas, “El sueño de San José”.
Tampoco está lejos la casa Tarín, que fue sede de las oficinas del Canal Imperial de Aragón. Para esta institución pintó Goya dos extraordinarios retratos de Fernando VII y el duque de San Carlos que ahora pueden verse en el Museo de Zaragoza.
Podríamos seguir, y seguir, y seguir, porque decir Zaragoza es decir Goya. Pero antes de acabar os dejo tres recomendaciones más. La primera, la Cartuja de Aula Dei, situada a pocos kilómetros de Zaragoza y con una iglesia decorada con un estupendo conjunto de pinturas murales que constituye su primera gran obra de madurez. ¿Queréis saber cómo fueron los pasos de Goya aquí?
Muy, muy cerca de Casa Tarín está el palacio arzobispal, en cuyo interior está el Museo Diocesano. En su salón principal pueden verse los retratos de todos los arzobispos de Zaragoza, entre ellos el de Joaquín Company, pintado por Goya.
Tampoco podéis dejar de visitar el Museo de Zaragoza, en la Plaza de los Sitios. Vais a encontrar obras del Goya joven, pero también espléndidos retratos de madurez.
No podéis perdéroslo, al igual que mi última recomendación. Goya murió en Burdeos y allí lo enterraron junto a su consuegro (hoy su cuerpo está en San Antonio de la Florida, en Madrid). Encima de la tumba se colocó un monumento que la ciudad francesa regaló a Zaragoza cuando se cumplió el centenario de la muerte del pintor, en 1929. Aquí os dejo una foto, pero no os digo dónde está. Id con los ojos abiertos, porque cuando menos os lo esperéis lo encontraréis.
Espero que os haya gustado este paseo a lo largo y ancho de Zaragoza. Podría recomendaros muchos más lugares para descubrir la ciudad en la que vivió Goya, porque se conserva muy, muy bien, y su huella está por todas partes: además de éstos hay más pasos de Goya en Zaragoza que son los que vamos a descubrir en esta visita, disponible para tu grupo en cualquier época del año.
El Canal Imperial no sólo es uno de los mejores resultados (y de los más duraderos) de la Ilustración española, sino un lugar en torno al cual se han desarrollado todo tipo de actividades relacionadas con el riego, la industria, el ocio…
En el año de la celebración de la Expo 2008, dedicada al agua y el desarrollo sostenible, no hay un recorrido mejor en Zaragoza para hablar del uso inteligente y respetuoso con el medio ambiente del agua para las distintas actividades de la vida humana.
Obras en la Seo, en las casas ricas, en las iglesias de la ciudad… obras por todas partes. En la Zaragoza del siglo XVI hay dinero, y se construye sin parar.
Los viajeros dicen de ella que “casi da de sí un olor a Italia”, y las huellas de aquel tiempo aún perviven en la ciudad actual.
Os proponemos descubrir las más conocidas y algunas de las más sorprendentes.
Durante siglos convivieron en nuestra ciudad judíos, moros y cristianos, y los resultados siguen ahí: el idioma que hablamos, nuestra gastronomía…
La Seo fue testigo de ese intercambio cultural, así que vamos a buscar en ella lo mejor y lo peor del legado de aquellos siglos, desde el arte mudéjar hasta las historias de intolerancia derivadas de la convivencia de culturas tan distintas.
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