Cada Jueves Santo por la noche tiene lugar en León una procesión alucinante que no tiene nada que ver con la imagen de sobriedad que tenemos de la Semana Santa castellana: el entierro de Genarín. Para unos, puro surrealismo delirante. Para otros, una herejía de mucho cuidado y una burla de lo más sagrado. Los hay que piensan que es una expresión de libertad, otros lo ven como una tradición con mayúsculas y muchos como una grandísima concentración de borrachos. ¿Qué es realmente? Pues un poco todo eso y seguramente mucho más, pero antes de nada veamos un resumen de lo que esa noche se vive en León para empezar a formarnos una opinión. Si después de verlo consideráis que lo que hay aquí puede herir vuestra sensibilidad… podéis seguir leyendo, pero luego no digáis que no estabais advertidos.
Lo primero de todo: ¿quién era Genarín? Pues un leonés feo, pequeñete, pícaro, borracho, jugador y putero, hablando mal y pronto. Conocido por toda la ciudad, pasaba el día yendo de taberna en taberna jugando al mus, bebiendo vino y comiendo, cuando venían bien dadas, un trozo de pan, queso y una naranja. Eso de día, pero de noche… en cuanto el sol caía los pies le llevaban hacia el barrio de San Lorenzo, lo peor (o lo mejor, según quién lo cuente) de León, donde estaban la taberna del Tuerto, el figón de la tía Casilda, la tasca de la Maldades, la cantina del Carabina, el burdel de Doña Francisquita y el de la Bailabotes… que Genarín recorría con la misma devoción que si fueran las estaciones del Vía Crucis, o más.
¿Y qué tiene que ver alguien así con la Semana Santa? Pues para su desgracia, mucho, pues murió la noche del Jueves Santo de 1929 atropellado por el primer camión de la basura que hubo en la ciudad (conocido como “la Bonifacia“), mientras hacía sus necesidades junto a la muralla. Antes de eso la última tasca que visitó fue la del Esteban, en cuyo lugar hay hoy un solar en el que dicen que han visto el espectro de un hombrecillo con una botella de orujo en la mano. El caso es que de allí fue andando (de lado a lado de la calle, imaginamos) hasta el lugar de su “martirio”.
Allí quedó muerto, al pie de la tercera torre de la muralla, y poco después se lo encontró la Moncha, una de las pupilas de Doña Francisquita (dueña del burdel más famoso de la ciudad, de calidad más que probada) a la que un ricachón puso casa de querida en la carretera de los Cubos (llamada así por los cubos o torres de la muralla junto a la que cayó nuestro héroe). Vaya usted a saber por qué, aquella mujer llevaba en la mano un periódico con el que piadosamente tapó su cara. Cuál no sería su sorpresa al ver que el rostro de Genarín había quedado impreso en él. Os va sonando todo, ¿no?
Cuentan sus devotos que el primer milagro de Genarín fue, precisamente, la conversión de la Moncha, que a raíz de aquel susto debió ponerse a reflexionar (“polvo somos“, “que me pille confesada” y todo eso) y dejó la profesión que tan popular la había hecho, volviéndose para su Lugo natal. Luego vendrían al menos otros tres, tan discutibles e inverosímiles como ciertos, según dicen sus devotos.
Esquela de Genarín en la que se nos cuentan algunos datos curiosos, como que era viudo, tenía cuatro hijos y una de sus hermanas era monja
Lo normal hubiera sido que el recuerdo de Genarín se perdiera rápidamente, pero… ahí está la labor de los cuatro evangelistas: Nicolás Pérez “Porreto” (árbitro de fútbol), Eulogio “el gafas” (taxista de profesión, coplero de devoción), Luis Rico (hombre de buena familia que dilapidó su fortuna en juergas con los amigotes) y Francisco Pérez Herrero (poeta), que ya al año siguiente decidieron rendirle homenaje reuniéndose en la Plaza del Grano y recorriendo las tascas y burdeles que Genarín acostumbraba a visitar. A partir de ahí nacería el mito, que se fue enriqueciendo con historias y más historias que los devotos del culto genariano cuentan y analizan detenidamente entre copa y copa de orujo.
Aquel sentido homenaje de cuatro amigos rápidamente se convirtió en una gran manifestación popular, que dio lugar incluso a la “Cofradía de Nuestro Padre Genarín“, que todavía existe (para formar parte de ella sólo tienes que entrar aquí, y para oír hablar a su hermano mayor aquí).
Inexplicablemente (dada la escasa permisividad de nuestra dictadura) hasta 1957 no tuvieron problemas con la celebración, pero aquel año se prohibió y no se recuperaría hasta la llegada de la democracia. Para entonces sólo quedaba vivo uno de los evangelistas, pero consiguió darle al entierro el suficiente impulso como para que llegara hasta hoy en un excelente estado de salud, convertido en una fiesta multitudinaria en la que “casualmente” todo parece una parodia de la Semana Santa de toda la vida. Para empezar, el ritual empieza con la “Santa cena” de los miembros de la cofradía en la que se recibe a los nuevos cofrades con abundante orujo y con las sagradas palabras que se repetirán durante toda la noche:
…Y siguiendo sus costumbres
que nunca fueron un lujo,
bebamos en su memoria
una copina de orujo.
Ya pasada la medianoche los cofrades se dirigen hasta la Plaza del Grano, y en medio de una multitud de unas 15.000 personas comienza la procesión, con los pasos correspondientes: la Cuba (en el que van las ofrendas), la imagen de Genaro, la Muerte y la Moncha, además de los cuatro cabezudos que representan a los evangelistas. Antorchas, versos, abundantes brindis con orujo y un recorrido que termina en el mismo lugar en el que murió Genarín, donde el “Hermano Colgador” trepará la muralla en la que depositará las ofrendas: queso, pan, naranjas, una corona de laurel y, cómo no, una botella de orujo.
Todo esto ha dado lugar a libros (el más famoso, el de Julio Llamazares titulado “El entierro de Genarín. Evangelio apócrifo del último heterodoxo español“, una película (“Bendito canalla“), versos e incontables páginas de periódico escritas a partes iguales por defensores y detractores de tan pintoresca tradición. Porque nos podrá gustar más o menos, pero lo que nadie puede discutir es que hoy es una auténtica tradición, con los 75 años de vida cumplidos, rituales que se repiten año a año, un auténtico éxito de participación… en fin, una muestra evidente de que en la Semana Santa española también cabe la heterodoxia.
Y por cierto, si queréis saber mucho más sobre esa increíble tradición que es la Semana Santa, hemos preparado estas tres excursiones:
Y si queréis saber más, aquí os dejo otros capítulos de nuestro blog:
Salamanca, el “padre putas” y el Lunes de Aguas
El besapié de Jesús de Medinaceli en Madrid
Los “picaos” de San Vicente de la Sonsierra
Sevilla y el viacrucis de la Cruz del Campo
El juego de las caras en Calzada de Calatrava
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Pues dicen que lo quieren quitar 🙁
Si te digo la verdad, no sé qué opinar. Por un lado me parece un espectáculo un poco lamentable, y por otro es una tradición de lo más pintoresca y bastante simpática. En fin, no sé, estaremos al tanto de lo que ocurra.
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Estoy fascinado de saber que se puede encontrar este género de información con tanta
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Con gusto voy a seguir a suscribirme a su sitio web para
poder tener mayor cantidad de información en mi
casilla de correo. Muchas gracias por dedicarse
unos segs en ver mi comentario, que usted pase un buen día.
¡Me alegro muchísimo de que le haya gustado! Y muchas gracias por su comentario, de verdad. Un saludo.
Buen reportaje, pero la semana santa leonesa no es para nada “castellana”. Esta comunidad autónoma se llama Castilla y León porque está compuesta por dos regiones históricas: la de Castilla la Vieja (castellana) y la de León (Salamanca, Zamora y León: leonesa, por ende)
Muchas incorrecciones, entre ellas: Genarín no jugaba al mus. Jugaba al tute.
Gracias por la puntualización. Un saludo
buen artículo, jugaba al tute y al mus (contaba por ejemplo Perezgaldos de grande…)