Descripción
Cuando pensamos en el Romanticismo español nos vienen a la cabeza los arrebatos de don Juan y doña Inés, la canción del pirata de Espronceda, el suicidio de Larra… y Bécquer, o, mejor dicho, los Bécquer, Gustavo Adolfo y Valeriano, cuyas vidas fueron paralelas desde su nacimiento hasta su muerte.
Nuestro viaje comenzará y acabará en su ciudad natal, Sevilla, aquella Sevilla romántica de los duques de Montpensier y su hija María de las Mercedes, que llegó a ser reina de España; la ciudad en la que nació la Feria de la mano de un vasco y un catalán, la que retrataban pintores como su padre y su tío… Allí creció, aunque pronto tendrá que dejarla para irse a Madrid a buscar una fortuna que siempre le será esquiva, y desde allí descubrirá una España que poco a poco iba desapareciendo bajo la apisonadora de la modernidad, la industrialización y el progreso, y que él querrá contar para que no se esfume completamente: leyendas, monumentos, trajes, costumbres… Gustavo Adolfo lo escribirá y Valeriano lo pintará para que no se pierda la memoria de todo aquel mundo que Toledo resume para él como ningún otro lugar.
Después de casarse con Casta, a la que terminará dejando por su infidelidad (la de ella), descubrirá Soria y al Moncayo, una tierra con la que se funde, enamorándose de sus leyendas y sus paisajes. Allí vendrá también Valeriano con sus hijos, y juntos pasarán una larga temporada en el monasterio de Veruela, convertido para entonces en una hospedería. Será entonces cuando escriba una serie de artículos periodísticos titulados “Cartas desde mi celda”, en cada una de las cuales recorre las tierras del Moncayo zaragozano y nos habla del pequeño cementerio en el que reflexiona sobre su tumba (de joven soñaba con ser enterrado a la orilla del Guadalquivir, bajo un sauce llorón; luego pensó en algún monasterio medieval y una tumba de piedra que contase sus glorias, pero ahora ha cambiado mucho, y cree que aquel cementerio perdido, discreto y humilde, sería un buen lugar), de las brujas de Trasmoz, de las mujeres de Añón (que recogen leña bajo la nieve a la misma hora que en Madrid las señoras van al Teatro Real) o del mercado de Tarazona. No hay suspiros ni lánguidas miradas de amor en estas cartas, pero puede que sean el mayor monumento de nuestro Romanticismo.
Valeriano murió con 37 años, y Gustavo Adolfo, solo tres meses después, sin haber llegado a las 35. Muy jóvenes, pero aún así dejaron una profunda huella. ¿Os parece que nos vayamos tras sus pasos para descubrirla? Sevilla, Madrid, Toledo, Soria, el monasterio de Veruela… ¡¡¡nos esperan!!!
Sábado 13 de febrero de 2021 a las 22’00 horas (GMT+01)