Pero es muchísimo más. Para empezar, no solo es mar, sino todo un territorio interior con un paisaje puramente mediterráneo. Y es también verde, por los pinos que lo cubren todo, aunque en realidad de todos los colores (bueno, todos no, solo los vivos y alegres, los que expresan la felicidad de vivir en un sitio como éste), los que los grandes pintores del siglo XX plasmaron en sus cuadros fascinados por este lugar, al que empezaron viniendo a pasar sus vacaciones hasta que muchos decidieron no marcharse más. Donde se está bien, buen rato, ¿no? Pues eso debieron pensar Picasso, Chagall, Matisse, Lèger, Cocteau… que son aquí amigos de casa que nos encontramos por todas partes, especialmente en los maravillosos museos que hay dedicados a su obra, pero también en pequeñas capillas y otros rincones que son sorpresas increíbles (hasta el salón de bodas de un ayuntamiento). Los temas trágicos y tristes, las guerras… los dejaban para cuando estaban en París, pero aquí se dejaban llevar por el ambiente y sus obras se llenaban de alegría, felicidad… y ese dolce far niente que forma parte de la vida en esta tierra. Por eso este viaje es perfecto para aquellos a los que les gusta el arte del siglo XX, pero mucho más para los que no les gusta, porque os aseguro una cosa: cuando volváis a casa… ¡¡¡os gustará!!!
Y son también pequeños pueblos encantadores en los que la vida parece pasar más despacio, donde la gente sabe disfrutar de todo lo que la Naturaleza les ofrece: las increíbles vistas, la comida, los vinos… Desde Saint-Tropez o Antibes a la orilla del mar, a Vence en el interior, pasear por sus calles es un fantástico ejercicio de relajación. Aquí el estrés parece que ni está, ni se le espera.
Y es también “glamour” del bueno, del de verdad, porque lo mismo te puedes encontrar a Carolina de Mónaco llevando una baguette en la cesta de la bici en algún pequeño pueblo que a Brigitte Bardot paseando descalza por la Croisette, mientras fotógrafos del mundo entero inmortalizan ese momento glorioso. Y a Marcello, a Catherine, a Alain, a Sophia… y a todos los dioses y diosas del cine que han llenado nuestros sueños, tantos que Cannes puede decir con motivos sobrados que allí hay más estrellas que en el cielo.
En resumen, que si creíais que la Costa Azul era un destino para millonarios con yate que solo se juntan con otros millonarios con yate, ya os lo podéis ir quitando de la cabeza. Es un paraíso al alcance de todos en el que además de maravillosos paisajes hay una impresionante oferta cultural, así que… ¡¡¡nos vamos a disfrutarlo!!!
Martes 11 de marzo – ZARAGOZA / NIZA
Saldremos de Zaragoza a las 10’00 para dirigirnos a Madrid, donde tomaremos el avión a las 16’20, llegando a Niza a las 18’15. Nos instalaremos en el Hotel Mercure Nice Centre Notre Dame****. Cena incluida.
Miércoles 12 de marzo – NIZA
Hoy vamos a dedicar la mañana a conocer el casco histórico de Niza, desde la monumental plaza Massena (el patriota francés nacido aquí) a sus encantadoras callejuelas, entre edificios monumentales que lo mismo nos recuerdan a los palacios de Génova que a las plazas de Turín.
Niza es una ciudad que no parece francesa, pero tampoco italiana, o a lo mejor parece las dos cosas a la vez, ¿quién sabe? Eso, como siempre, se debe a su historia, claro. Para empezar es de fundación griega, como muchas otras de esta zona (Antibes, por ejemplo, o Marsella), pues hacia el 2.300 a.C. los griegos de Focea encontraron aquí un puerto protegido al pie de un promontorio y llamaron a este lugar Nicaea, de la palabra victoria, Niké, por la que habían logrado contra los ligures, los primitivos pobladores de este lugar.
Sería después una importante ciudad romana y ocurrirían muchas otras cosas, pero nosotros vamos a dar ahora un gran salto en el tiempo hasta el siglo XIV, cuando Niza se pone bajo la protección de los condes de Saboya (luego duques), llegando a ser el único puerto del condado en el Mediterráneo. Para ver hasta qué punto la ciudad fue italiana ahí van un par de datos: en siglo XVI el italiano sustituyó al latín como la lengua oficial, y en el XVII se construye el camino real Niza-Turín (la capital). Eso sí, los problemas con la vecina Francia fueron frecuentes, y finalmente en 1860 cambiaron las cosas: los Saboya pidieron ayuda a Napoleón III contra los austriacos, dentro de las guerras por la unificación italiana, y éste pidió a cambio el condado de Niza. Las cosas dieron unas cuantas vueltas, pero finalmente los franceses convocaron un plebiscito para que la gente decidiera, y según los resultados oficiales apostaron mayoritariamente por unirse a Francia. Un plebiscito un poco tramposo, por cierto, como denunció Garibaldi, nacido en Niza y de corazón completamente italiano: los boletines de voto estaban escritos en francés, lengua que los nizardos no comprendían, y no había posibilidad de votar “NO”; el ejército francés controlaba los colegios electorales, los alcaldes contrarios a la anexión eran cesados… En fin, cosillas sin importancia, como podéis ver. Resultado, Niza pasó a ser francesa (no hubo otro remedio), aunque con todo su pasado italiano a cuestas. En los años siguientes habría intentos ciudadanos de volver a Italia, pero los franceses se encargaron de reprimirlos todos por la fuerza de las armas.
Recorreremos toda esta parte antigua de la ciudad, con sus plazas a la italiana (a la turinesa, más bien) y tendremos una comida nizarda (niçoise, en francés). Por la tarde continuaremos, pero cambiando completamente de tema y de escenario, pues a finales del siglo XIX… ¡¡¡llega el turismo!!! Eso sí, un turismo un poco diferente del que nos podemos imaginar, porque en vez de veraneantes lo que había por entonces eran invernantes. En los años de finales del XIX Niza fue elegida como lugar para sus vacaciones de invierno por la reina Victoria I de Inglaterra, y tras ella llegaron los ingleses adinerados que construyeron aquí sus palacetes y crearon la avenida marítima que se llama así por ellos, la Promenade des anglais.
La recorreremos, pero empezaremos en el viejo puerto, rodeando la colina del castillo por la punta de Rauba-Capeu (por el aire, que “robaba” los sombreros) para pasear entre el mar (la bahía de los ángeles) y los hoteles de lujo, llegando hasta uno que es un verdadero mito: el Negresco. ¿De dónde viene ese nombre? Pues de Henri Negresco, un rumano hijo de un posadero de Bucarest que se insatló primero en París y luego en la Riviera francesa, donde llegó a ser director del Casino Municipal de Niza. Fue entonces cuando tuvo la idea de construir un lujoso hotel de calidad que atrajera a los clientes más rico, y para ello contrató al arquitecto preferido de la café society de la época, que levantó su espectacular cúpula rosa. La espectacular lámpara de araña, de más de 16.000 cristales, fue un detalle del zar Nicolás II.
Y hablando de rusos, ¿por qué en Niza hay nada menos que tres iglesias ortodoxas rusas? Pues porque desde mediados del siglo XIX se estableció aquí una importante comunidad, En 1856, Alexandra Feodorovna, viuda de Nicolás I, fue la primera zarina rusa que pasó el invierno en la Riviera francesa. Ella vino por su salud, pero había otro motivo. Tras la guerra de Crimea los rusos se habían quedado sin ningún puerto que les permitiese acceder al Mediterráneo, y el objetivo era negociar con los Saboya que los barcos rusos pudieran atracar en el puerto de Villefranche, una magnífica bahía al lado de Niza. Todos ganaban, porque para el reino de Cerdeña la flota rusa era una protección contra los austríacos, y las cosas estaban complicadas, así que… no se hable más. Aquello duraría hasta 1870, y en esos años se construirían varias iglesias ortodoxas, de las que visitaremos una.
Al acabar, tiempo libre.
Jueves 13 de marzo – NIZA / CANNES
Hoy pasaremos la mañana en Niza, descubriendo dos museos absolutamente maravillosos. Los dos son monográficos, dedicados a un solo artista de esos que tuvieron una estrecha relación con la Costa Azul. Empezaremos por el Musée Matisse, probablemente el artista más vinculado con Niza, donde llegó en 1917, con casi cincuenta años, enfermo de bronquitis y deprimido. Cuando creía que su carrera estaba prácticamente acabada, esta ciudad conmocionó su vida y su pintura, como refleja muy bien esta frase suya: «cuando comprendí que cada mañana volvería a disfrutar de esta luz, no pude ser más feliz». Matisse se quedaría aquí hasta su muerte, en 1954, y la ciudad le ha dedicado este maravilloso museo lleno de obras maestras de uno de los mayores artistas del siglo XX, como estas dos maravillas, “Polinesia, el cielo” y “Polinesia, el mar”.
Continuaremos la mañana por el Musée Chagall, otro de los grandes del arte de la primera mitad del siglo XX, un pintor ruso que emigró a París, volvió a Rusia, volvió a París, y cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial marchó a Estados Unidos (además de ruso era judío, así que decidió poner agua de por medio). Fue al acabar la guerra, con casi sesenta años, cuando vino a la Costa Azul y, según sus propias palabras, “nació por segunda vez“. Mucho después, en 1973, se inauguró este museo en el que Chagall estuvo completamente implicado, desde el edificio a la elección de las plantas del jardín, pasando, por supuesto, por las obras.
El origen de la colección fueron las diecisiete pinturas conocidas como el “mensaje bíblico”, donadas por Chagall al estado francés en 1966, pero desde entonces ha habido multitud de donaciones, y hoy es el mayor conjunto de obras del artista en el mundo: cuadros, vidrieras… e incluso el interior de la tapa del piano del auditorio, pintado por él.
Después de comer (libre) nos iremos a pasar la tarde a Cannes, un lugar mítico para los amantes del cine. ¿Qué mitómano que se precie no se emociona pensando en esta ciudad? Valga como ejemplo esta foto de la simpar Sophia Loren en la playa de la Croisette.
Eso sí, la cosa no fue siempre así. Sería en el siglo XIX cuando la aristocracia inglesa se sintió atraída por este lugar, construyéndose residencias de invierno. Llegaría el ferrocarril, se construyeron los primeros grandes hoteles (el mítico Martínez ya en el siglo XX), casinos… y, sobre todo, llegó Mussolini al poder. ¿Qué tiene que ver? Pues que en los años treinta el festival de Venecia empezó a sufrir la censura, y hubo que buscar una alternativa. Cannes fue la elegida, y en 1939 se celebró la primera edición (el presidente del jurado fue, nada más y nada menos, el mismísimo Lumière, el padre del invento).Desde entonces, el festival se ha convertido en el evento cinematográfico más prestigioso del mundo y ha ido creciendo a su alrededor una verdadera mitología.
Después de hacer una visita panorámica tendremos tiempo para dar un paseo entre hoteles y tiendas de lujo, para después regresar a Niza. Tiempo libre.
Viernes 14 de marzo – MÓNACO / MONTECARLO
Hoy nos vamos a MÓNACO, el estado más pequeño del mundo después del Vaticano. Ahora es poco más que un peñasco, pero antiguamente era más extenso. Allá por 1297 cayó en manos de Francisco Grimaldi, cuyos soldados iban vestidos de franciscanos para engañar a los habitantes (de ahí el nombre Mónaco, que es como se dice monje en italiano, y los que aparecen en el escudo), y desde entonces hasta hoy ha pertenecido a la misma familia, aunque el territorio se ha ido reduciendo hasta quedar en algo casi anecdótico. Casi, porque Mónaco es pequeño pero matón, y si hablamos de renta per cápita todavía más.
Mónaco es glamour y horterada a partes iguales, lujo de verdad y brillos ostentosos, pero a pesar de todo es un lugar que merece la pena visitar. Iremos al palacio del príncipe (exterior) y haremos un paseo en el que descubriremos la catedral (con la tumba de Grace Kelly, el cisne de Hollywood), el recorrido del circuito de Fórmula 1… y el casino, el monumento más importante en todos los sentidos. La cosa viene de lejos, porque ya en 1854 el juego fue legalizado por el príncipe Florestano I de Mónaco, abriéndose el primer casino dos años después. Pronto vieron que aquello era un negocio estupendo, así que el príncipe Carlos III decidió construir un barrio nuevo y prestigioso al que se llamó Monte Carlos, que incluía un casino nuevo y muchísimo más lujoso, para atraer a los ricos del mundo (para que se dejaran allí una buena parte de sus ganancias).
En 1858 comenzó la construcción del edificio actual, que se le encargó a un arquitecto que en nada se iba a hacer famoso en el mundo entero por la construcción de la ópera de París, nada menos que Charles Garnier: un casino espectacular, un teatro prestigioso… donde los millonarios se sintieran como en su casa, en un ambiente de lujo y opulencia: frescos, esculturas, tapices, oro, mármol…
El entorno perfecto para el triángulo amoroso de la Callas, Onassis y Jackie, por ejemplo, una auténtica tragedia griega cuyos protagonistas no navegaban en los barcos de Ulises, sino en yates de súper lujo. O para el ascenso al Olimpo y la caída a los infiernos de la Bella Otero, la reina de la Belle Époque que dejó toda su fortuna entre las mesas de juego, hasta acabar su vida arruinada en una pensión de Niza sobreviviendo con lo que le pasaba el casino de Monte Carlo agradecido por todo lo que había perdido allí. Y, por supuesto, para Grace, Rainiero y su tremenda parentela, el mayor activo turístico del principado, sin ninguna duda.
Tendremos tiempo libre para comer y por la tarde nos iremos a un lugar extraordinario que cae a plomo sobre la bahía de Mónaco: el Trofeo de Augusto en La Turbie, levantado hacia el 7-6 a.C. Fue elegido en su honor recordando la victoria definitiva sobre las cuarenta y cuatro tribus ligures que poblaban los macizos alpinos entre la Galia Cisalpina y la Narbonense, y que obstaculizaban los pasos de los Alpes pretendiendo controlar las relaciones comerciales, algo que Roma no podía aceptar.
Gracias a la sumisión de estos pueblos se pudo continuar la vía Aurelia, construyendo la vía Julia Augusta a partir de este lugar. Los vencidos se beneficiaron de la clemencia del emperador recibiendo, en el 10 a.C., la ciudad de Cemelenum, en la colina de enfrente de la Nikaia griega. Allí está ahora el barrio de Niza conocido como Cimiez, donde entre otras cosas están los museos de Matisse y Chagall, además de importantes restos romanos.
Al acabar volveremos a Niza. Tiempo libre.
Sábado 15 de marzo – MENTON / CAP FERRAT
Hoy empezamos el día yéndonos a Menton, el lugar más hermoso de la Costa Azul según Vicente Blasco Ibáñez, el escritor valenciano que se retiró allí: la joya del Principado de Mónaco hasta que, en 1860, se integró en Francia (los Grimaldi construyeron allí, en su rincón preferido, su residencia de verano), y un lugar con un microclima perfecto para el cultivo de cítricos y otras especies tropicales.
Hablar de Menton es hablar de dos grandes escritores: el valenciano Vicente Blasco Ibáñez y el parisino Jean Cocteau. Ambos cayeron rendidos a sus encantos y pasaron aquí largas temporadas. En el caso de Blasco Ibáñez (el español más famoso de su época, reconocido en todo el mundo, con Hollywood rendido a sus pies y Greta Garbo o Rodolfo Valentino interpretando las películas que se hicieron a partir de sus novelas, como “Sangre y arena” o “Los cuatro jinetes del Apocalipsis”), el médico le recomendó en 1917 que se instalara un invierno en Niza. Volvió cada año hasta que, en 1921, descubrió la Villa Fontana Rosa, y decidió transformarla en una isla de ensoñación literaria, a medio camino entre la utopía y la realidad, donde pasaría los años del exilio durante la dictadura de Primo de Rivera, y donde moriría en 1928.
Ya en vida del escritor, que la convirtió en un lugar único, la villa se convirtió en un foco de “peregrinación”, al que huéspedes y amigos llegaban en tren, concretamente a la estación que se había construido la reina Victoria de Inglaterra cuando unos años antes pasó un invierno aquí. Hoy la villa pertenece al ayuntamiento de Menton, que poco a poco la va recuperando, como descubriremos.
El otro gran nombre asociado a Menton es el de Jean Cocteau, uno de esos parisinos que se podían permitir el lujo de coger el “tren azul” camino de la Riviera para pasar allí largas temporadas. Su nombre está asociado a diferentes lugares de la costa, pero en 1955 descubrió Menton y se enamoró, pasando mucho tiempo allí a partir de entonces. Fue poco después cuando el alcalde le solicitó que decorara la sala de bodas civiles de la localidad, y dejó allí una obra magnífica, que visitaremos.
Todo allí fue hecho o diseñado por él: las pinturas, las puertas, los candelabros, las alfombras… Toda la decoración tiene que ver con el matrimonio, el amor… y muy especialmente esa enorme pareja que hay al fondo, un hombre y una mujer de aquí, de Menton, ella con el sombrero típico y él un pescador, envueltos en líneas que los unen para siempre, bajo los rayos del sol.
Daremos un paseo por Menton y comeremos (incluido), para irnos después a pasar la tarde al cercano Sain Jean-Cap-Ferrat, un lugar con una ubicación geográfica espectacular que muchos eligieron para construirse villas con vistas incomparables.
En la parte más estrecha de esa península, en el istmo por donde se une a la tierra firme, está la Villa Ephrussi de Rothschild, cuyos jardines son una de las joyas de la Riviera, como también se conoce a esta parte de la costa. Fue construida en plena Belle Époque por la baronesa Béatrice Ephrussi de Rothschild, miembro de la famosísima familia de banqueros y casada a su vez con un banquero multimillonario judío (del que se separaría por su adicción al juego). Apasionada por el coleccionismo, tuvo como modelo de vida a la reina María Antonieta y llenó la mansión con muebles antiguos, pinturas, esculturas, porcelanas…
No menos asombrosa es la cercana Villa Kerylos, en Beaulieu-sur-mer, cuyo nombre (bello lugar sobre el mar) lo dice todo. Allí, en una punta rocosa de la bahía, con espectaculares acantilados como telón de fondo, Théodore Reinach, arqueólogo y hombre de Estado francés, decidió “inventar” una villa a la griega, civilización que le fascinaba.
Inspirándose en las casas nobles construidas en la isla de Delos en el siglo II a.C., la villa no es una reproducción, sino una verdadera y maravillosa reinvención en la que cada pequeño detalle bebe directamente del arte griego, desde el edificio a los muebles, las cerámicas y la rejería, e incluso la forma de vivir allí.
Al acabar, regreso a Niza y tiempo libre.
Domingo 16 de marzo – BIOT / ANTIBES
Hoy comenzaremos el día en Biot, un pequeño pueblo en el que el gran artista Fernand Lèger compró en 1955 una propiedad, para instalar en el jardín sus esculturas policromadas en cerámica. A su muerte, su mujer y un amigo decidieron convertirlo en un museo dedicado a su obra, incluyendo en el edificio unos espectaculares murales de mosaico que él había diseñado. Hoy el Musèe Lèger reúne el mayor conjunto de obras de uno de los grandes artistas de las vanguardias, con pinturas, dibujos, cerámicas, bronces, vidrieras, tapices…
De todas las obras del museo ésta que os dejo aquí abajo es especialmente significativa, pues está relacionada con la llegada de las vacaciones pagadas en Francia en los años 30 con el Frente Popular. Mucha gente no sabía que hacer con ese tiempo libre, y Lèger pinta maravillas como ésta, con los parisinos yéndose al campo en bicicleta a disfrutar de algo que nunca habían tenido. Muchos, por cierto, lo aprovecharon para irse al mar, al sur, y aquel turismo elitista de la Costa Azul se convirtió, en parte, en el nuevo turismo de masas.
Pero como no todo es pasado, ni mucho menos, y en la Costa Azul sigue habiendo multitud de artistas y artesanos, de allí nos iremos al pueblo a descubrir las maravillas que artistas y artesanos de Biot siguen haciendo con el vidrio, y conoceremos en qué consiste esta técnica.
Comeremos (incluido) y nos iremos a Antibes. Ya los griegos descubrieron la belleza de este lugar al que llamaron Antipolis, y lo convirtieron en un establecimiento comercial. Muchos siglos después perteneció al señorío de los Grimaldi, y ellos construyeron el castillo en el que hoy está el Museo Picasso.
En 1946 le proponen a Picasso, que se había quejado de que le faltaba espacio para pintar, que se instale en el castillo. El artista acepta, diciendo que “aquí no sólo voy a pintar para mí. Voy a decorar el museo“. Entre septiembre y octubre de 1946 pintó veintidós paneles para el palacio, 23 pinturas y 44 dibujos, y diez años después recibió el título de «Ciudadano de honor de la villa de Antibes».
La mayoría de las obras de Picasso que hay en este museo son una explosión de alegría, como se puede ver en esta, titulada precisamente así, “La alegría de vivir“. Picasso se siente libre y feliz en la Costa Azul, conectado con una lejana y primitiva Edad de Oro en la que un centauro toca la flauta, una mujer desnuda y dos cabras encantadoras bailan… y por el mar llega un barco, seguramente llevando a bordo a los griegos que fundaron Antipolis.
Al acabar volveremos a Niza. Tiempo libre.
Lunes 17 de marzo – SAINT-PAUL DE VENCE / VENCE
Hoy nos vamos a dos lugares absolutamente fantásticos. Pasaremos el dia entre Vence y Saint Paul de Vence, y comenzaremos por la pequeña Capilla del Rosario, a la que Matisse consideraba “a pesar de todas sus imperfecciones, mi obra maestra“.
Las madres dominicas encargaron la decoración de su capilla a Matisse (son las ventajas de que uno de los más grandes de la historia de la pintura sea tu vecino, como Miró, Yves Montand o antes Renoir). Viéndola nadie lo diría, pero dedicó cuatro años al trabajo (Matisse es la prueba más clara de que la sencillez es algo que requiere un enorme esfuerzo, y que sencillo y simple son cosas completamente diferentes) y cuando acabó tenía 81 años. Hizo las pinturas en cerámica, las vidrieras, el diseño del candelabro, de la cruz… y hasta de las casullas de diferentes colores para los distintos tiempos litúrgicos, una parte de las cuales podemos ver en esta foto.
Daremos un paseo por Saint Paul de Vence (que para muchos está entre los dos o tres pueblos más bonitos de Francia) y después de comer (libre) nos iremos a un lugar único, la Fundación Maeght, el regalo que hicieron al mundo Aimé y Margherite Maeght. Ellos eran marchantes de arte, galeristas, editores, amigos de artistas, coleccionistas y amantes del arte por encima de todas las cosas. Cuando un hijo suyo murió cayeron en una gran depresión y alguien les recomendó que viajaran a Estados Unidos, donde descubrieron algunas de las grandes fundaciones que había allí. Empezaron a darle vueltas al tema, y un día encontraron un terreno en el que había una pequeña capilla dedicada a San Bernardo, el nombre de su hijo. Consideraron aquello una señal, y como tenían una casa en Vence decidieron comprarlo.
Lo siguiente era encontrar un arquitecto. Miró les invitó a conocer su nuevo taller, en Palma de Mallorca, les encantó y decidieron hablar con José Luis Sert, que era el que lo había hecho. Se pusieron de acuerdo e hicieron este lugar en medio de la Naturaleza, rodeado de pinos y desde el que se ve el mar a lo lejos. Aquí vendría su colección, y también las obras que muchos de sus amigos les regalaron para su fundación (amigos como Chagall, Giacometti, Miró, que hizo un magnífico laberinto de esculturas…). Si tuviera que elegir uno de los diez lugares que más me gustan en el mundo, casi seguro que uno de ellos sería este.
Al acabar volveremos a Niza. Tiempo libre.
Martes 18 de marzo – VALLAURIS / ZARAGOZA
La última mañana del viaje la vamos a pasar en Vallauris. Allí, en el Ayuntamiento, se casó Rita Hayworth con el Aga Khan, y en la misma sala Picasso con Jacqueline, su segunda esposa y la última mujer de su vida. ¡¡¡Un paraíso para mitómanos!!!
Vallauris es la ciudad de la cerámica en Francia. En sus calles hay más de sesenta galerías dedicadas a ella, y muchísimas tiendas. Después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se estaba planteando instalarse definitivamente en la Costa Azul, Picasso visitó el taller de alfarería Madoura y los dueños le invitaron a trabajar con ellos. Un año después aceptó, y descubrió un nuevo terreno de experimentación que le marcaría profundamente, seducido por una de las más antiguas expresiones artísticas, un arte que se servía de la misma tierra, el agua y el fuego para manifestarse.
Picasso, capaz de pintar cien piezas de cerámica en una mañana, acabó enamorándose también del lugar, se compró una casa y un taller y en 1949 ofreció a la ciudad “El hombre con cordero“, una estatua de bronce que colocó en la plaza de la iglesia.
Acabaremos visitando el Museo Picasso, completamente distinto del de Antibes, en el que entre otras cosas podremos ver sus pinturas en la capilla, sobre la guerra y la paz.
Comeremos (incluido) y nos dirigiremos al aeropuerto, desde donde volaremos a las 18’50, para llegar a Madrid a las 20’50. Allí nos esperará un autobús que nos dejará en Zaragoza hacia las 2’00.
Precio – 2.250 € (suplemento habitación individual, 380 €).
El precio NO incluye:
Forma de reserva
La agencia de viajes es:
GOZARTOURS
C/ San Agustín, 27-29, 2º B
50002, Zaragoza
Título: C.A.A. 325
VIAJES VIMAR S.A.
AUTOVIA DE LOGROÑO, KM. 2,400
POLIGONO EL PORTAZGO 66
50011 – ZARAGOZA
Título: C.A.A.: 3MM
CONDICIONES DE CANCELACIÓN
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El viajero en cualquier momento antes del inicio del viaje puede resolver el contrato, pero deberá abonar a la agencia
minorista/organizadora los siguientes gastos de gestión y anulación del viaje:
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