Hay muchos desnudos femeninos a lo largo de la historia del arte, pero seguramente ninguno tan provocador como el de Olympia. Corre el año de 1865, estamos en París y Édouard Manet está en boca de todos. Ha pintado un cuadro que es el escándalo de todas las personas decentes de la ciudad. ¿Queréis verlo? Pues aquí lo tenéis.
¿Qué tiene Olympia para que este desnudo sea más escandaloso que tantos otros? ¿Por qué la gente habla de ella entre murmullos? ¿Se ve algo que no se vea en otros cuadros o esculturas? Pues no, y la postura tampoco tiene nada de particular. Muchísimo más explícito, sin comparación, es el cuadro que Gustave Courbet pintó al año siguiente, y que tiene un nombre de lo más directo: El origen del mundo.
Realmente en París siempre fueron unos adelantadillos (“Si vas a París, papá“, y todo eso), pero esto era demasiado incluso allí. Para empezar, no se ve la cara, con lo que no sólo es imposible mirar hacia otro lado, sino que es una forma de subrayar lo que interesa y conseguir que la atención se fije intensamente donde el pintor quiere, es decir, en lo que él llama el origen del mundo. Las piernas se muestran abiertas sin ningún pudor, la mujer no está depilada, es prácticamente de tamaño natural… nunca se había visto algo así, y por eso muchos de los propietarios que tuvo el cuadro (que ahora está en el Museo de Orsay, como Olympia) prefirieron llevar el asunto con discrección. Tanto impresiona que resulta casi agresivo, y cuando empezó a exponerse en el museo, casi a finales del siglo XX, pusieron un vigilante especial en la sala por miedo a que algún visitante atacara el cuadro.
En cualquier caso, tampoco era una novedad absoluta lo que se veía allí. En Francia ya hacía décadas que triunfaban los grabados eróticos, como éste que tenemos aquí, en los que se veía de todo y sin ningún recato. ¿Cuál era la diferencia? Pues muchas, la verdad. Por un lado, es completamente diferente ver un cuadro de tamaño natural y un pequeño grabado. El tamaño sí que importa en estos casos, y mucho. Por otro, no es lo mismo ver un grabado en la intimidad de tu casa que ver un cuadro en público, con otras personas a tu lado poniendo la misma cara de póker que tú. Cada formato, cada soporte, estaba reservado para representar unas cosas u otras, y saltarse esas reglas era faltar al decoro.
Por eso este grabado, que es aparentemente mucho más escandaloso, en realidad escandaliza muchísimo menos, porque el grabado es un vehículo más adecuado para algo así. Pero en cualquier caso, volvamos a Olympia a ver si descubrimos qué tiene este cuadro de particular. Bueno, mejor nos vamos más allá, a ver dónde se pudo inspirar Manet. Y tenemos que viajar nada menos que a 1538 y a Venecia, que es donde vivía uno de los más grandes pintores de todos los tiempos: Tiziano que acababa de pintar para el duque de Urbino una de sus obras más famosas.
Representar a diosas desnudas no estaba mal visto. Entra dentro de las reglas del decoro, y a nadie le extraña. Por eso, la mejor manera de pintar un desnudo y que no pasara nada era decir que era Venus y quedarse tan ancho, porque lo raro sería que Venus fuese vestida. Eso sí, viendo este cuadro ¿parece una diosa? ¿O más bien una mujer normal, en su palacio veneciano? Pues yo me inclino por lo segundo, porque el perrillo encima de la cama, las criadas ordenando el arcón… son bastante terrenales, tanto como la belleza de esta mujer, que no tiene nada que ver con la idealización de otras representaciones de Venus. Además, nos mira directamente, orgullosa y consciente de su belleza. El pelo suelto y largo, la postura un tanto indolente, la cama revuelta… ¿quién es realmente?
Tiziano mantiene la ficción de que la mujer que está representada en el cuadro es Venus, aunque resulta evidente que es una cortesana (o sea, una prostituta de lujo) veneciana a la que las cosas le van estupendamente. Manet, en cambio, no disimula. Olympia es una cortesana y está encantada de serlo. Nos mira con descaro, entre provocadora e invitadora. Lleva una flor en el pelo, una cinta en el cuello, una pulsera y unas sandalias, lo que hace que el desnudo resulte más impúdico aún, pues parece mucho más desnuda que si no llevara nada. Le llega un ramo de flores de un admirador, de un amante rico, de alguno que aspira a serlo… que le entrega su criada. Y deja caer una mano sobre el sexo como quien no quiere la cosa, porque no da la impresión de que le preocupe mucho taparlo o no. Ah, y como la Venus de Tiziano, es perfectamente consciente de que estamos mirándola, y ni siquiera baja los ojos, sino que nos sostiene la mirada. ¡¡¡Un escándalo!!! La buena sociedad parisina podía aceptar la existencia de cortesanas a las que les iba estupendamente siempre y cuando al final pagasen por lo que habían hecho, a ser posible con una buena tuberculosis que se las llevase directamente al otro barrio con mucho sufrimiento. Ahí está Margarita Gautier, la protagonista de “La dama de las camelias“, que fue la que inspiró a Verdi cuando compuso la historia de Violeta Valéry, la protagonista de su ópera “La Traviata“. Greta Garbo-Margarita Gautier es la protagonista de una película inolvidable, “Camille“, y María Callas-Violeta Valéry es, probablemente, la mejor Traviata de todos los tiempos. Las dos triunfadoras, hermosas, maravillosas… las dos viven la vida a tumba abierta y se enamoran hasta perder el sentido… las dos sufren locamente y mueren jóvenes y en la plenitud de su belleza. Dos historias maravillosas que no son más que una, perfectamente aceptables por la sociedad biempensante gracias a la moraleja final.
Sin embargo, en Olympia no se ve ni rastro de sufrimiento, y más bien parece pertenecer al grupo de las triunfadoras, como La Paiva, a la que sus amantes pagaron un extraordinario palacio en los Campos Elíseos de París al que pertenece esta espectacular bañera, que muestra el lujo de que vivía rodeada.
En la imagen de abajo se ve una fiesta en su casa que recuerda a la primera escena de “La Traviata”, la del baile, cuando Violeta canta “Sempre libera“. Es decir, que estaba encantada de hacer lo que le daba la gana, siempre libre, yendo de fiesta en fiesta…
Pues este tipo de mujer era Olympia. Prostituta y sin remordimientos, indecente y triunfadora, impúdica y desvergonzada. Nunca antes se había representado sin tapujos a un personaje así, y Manet se atrevió a hacerlo. Y precisamente por eso, lujuria es… Olympia. Y si queréis más lujuria no os podéis perder, este mes de enero, nuestras CENAS LUJURIOSAS.
Cuándo – Martes 19 , 22 y 26 de enero a las 21’15
Precio – 26 € por persona
Dónde – La Zarola, Calle de San Miguel 35
Más información y reservas – Llamando al 976207363 o entrando aquí
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