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Lujuria es… La guerra de los biquinis

En 1946 se ve en París el primer biquini que deja el ombligo al aire. 10 años después Brigitte Bardot protagoniza “Y Dios creó a la mujer”, y en 1962 Ursula Andress deja al mundo sin respiración en “007 contra el Doctor No”. Ocho años después, en 1970, estalla en Zaragoza una guerra incruenta pero de consecuencias imprevisibles: la guerra de los biquinis.

La Sección Femenina, en plena labor de forjar el carácter de la mujer española, cristiana, decente y heredera directa de Agustina de Aragón

A lo largo de los años sesenta las suecas (palabra que en nuestro país es sinónimo de extranjeras) empiezan a llenar de biquinis nuestras playas, esos lujares de moralidad digamos que relajada. Eso no es lo grave, porque al fin y al cabo las divisas que nos dejan los turistas nos hacen más falta que el comer, y al fin y al cabo su salvación ya era más que dudosa (la mayoría protestantes, así que… con eso lo digo todo). Lo malo es que los españolitos de a pie están empezando a veranear, y en vez de marcharse al pueblo a empaparse de las esencias de la patria, cogen el seiscientos, los niños, la hamaca, la sombrilla y la suegra y se van para la playa también. Y claro, si culo veo… las españolas ven a las suecas en biquini y deciden que no quieren ser menos, oye. Y a los vigilantes de la moral no les queda otra que hacer la vista gorda. “Estamos de luto por la decencia”, decía la pancarta de una manifestación de aquellos tiempo. Cuánta razón…

Las suecas perdían el norte en cuanto cruzaban la frontera y olían la masculinidad de Toni Leblanc o Antonio Ozores. Normal

Pero claro, una cosa es lo que pasase en las playas y otra muy distinta lo que ocurría en las piscinas del interior. En muchas de ellas había separación de sexos, como suena, o diferentes horarios para hombres y mujeres. Y a pesar de eso, ellas no podían lucir sus biquinis y enseñar el melico (también llamado ombligo). Podían comprarlos, podían abrir las revistas y ver a Marilyn Monroe llevarlos sin ningún pudor, pero… de ponérselos, nones. En algún lugar tenía que estallar la rebelión, y ¿dónde mejor en la ciudad por cuyas venas corre la sangre de los héroes de los Sitios? Efectivamente, Zaragoza fue el campo de batalla, y unas cuantas zaragozanas las protagonistas de aquella guerra. “Zaragoza no se rinde”, “A morir o vencer”, y cosas parecidas debieron decirse aquellas heroínas cuando se conjuraron para acudir a la piscina en biquini, pasara lo que pasara.

¿Para cuándo un monumento a estas heroínas de nuestro tiempo?

Las obligaban a ponerse una blusa, o un pañuelo que les tapara la tripilla (convirtiendo el biquini en triquini, lo que hace de aquellos vigilantes unos adelantados a su tiempo), las “encerraron” en una zona acotada y fuera de la vista de las personas decentes… pero aquello no sólo no se paró, sino que fue a más. Del Stadium Venecia la chispa saltó al Estadio Miralbueno-El Olivar, donde dos comenzaron la guerra quitándose la blusa que protegía el dichoso ombligo, y cuando les llamaron la atención otro medió centenar las imitó. Llamaron a la policía, e imaginaos la escena: unos cuantos policías rodeados de un montón de jovencitas encantadas con sus biquinis. Seguro que aquel día Manuela Sancho, Casta Alvarez y hasta la madre Rafols se pusieron sus biquinis en la tumba para solidarizarse con sus descendientes.

¿Sabrán estas mozuelas cuánto deben a las zaragozanas y a su “guerra de los biquinis”?

Y si queréis más lujuria no os podéis perder, este mes de enero, nuestras CENAS LUJURIOSAS.

Cuándo – Martes 19 , 22 y 26 de enero a las 21’15

Precio – 26 € por persona

Dónde – La Zarola, Calle de San Miguel 35

Más información y reservas – Llamando al 976207363 o entrando aquí

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23 respuestas a “Lujuria es… La guerra de los biquinis”

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