Uno de mis rincones preferidos en Zaragoza es la fuente de Neptuno, y para allí nos vamos hoy. Porque además de Neptuno hay en ella cuatro estupendos delfines, o tritones, o no se sabe muy bien qué, un poco peculiares pero fantásticos.
Pero vayamos un poco atrás en el tiempo, y luego mucho más atrás. Porque, como otros monumentos de Zaragoza, esta fuente tiene vocación viajera y ha pasado largas temporadas yendo de lado a lado de la ciudad, hasta encontrar su ubicación ¿definitiva?
Los viajes de Neptuno comienzan exactamente en la actual plaza de España, después de los Sitios. Los franceses, que desde que entraron en febrero de 1809 hasta el final de la Guerra de la Independencia pasaron unos añitos mandando en Zaragoza, decidieron que no podía ser que aquí no hubiera fuentes (nunca las hubo, porque en las casas había pozos y no eran necesarias), y encargaron una escultura del dios Neptuno para hacer una verdaderamente monumental (el dios de las aguas en una fuente era algo de lo más normal, y no hacía mucho que en Madrid se le había dedicado otra).
El escultor de Alcañiz Tomás Llovet hizo su escultura, pero la guerra se acabó, los franceses se marcharon (por las malas, pero se marcharon) y de Neptuno no se acordó nadie más en una larga temporada. Volvió Fernando VII de Francia y fue un subidón, luego vino el bajón cuando se negó a firmar la Constitución, luego se sublevaron los liberales y tuvo que firmar, luego vinieron a ayudarle los Cien Mil Hijos de San Luis y otra vez dijo que nones… en fin, un follón. Y entretanto tuvo no una hija, sino dos, riquísimas las dos: Isabel y María Luisa Fernanda.
Y claro, como Isabelita era la mayor, en 1833 juró su cargo como princesa de Asturias, y ese mismo año se ponía la primera piedra de la fuente, que por eso se llamo… fuente de la princesa, claro.
Pero vamos demasiado deprisa, porque… justo donde se iba a instalar la fuente, antes había habido algo. ¿Veis este grabado? Lo que hay al fondo son las ruinas del Hospital de Gracia (más o menos, lo que ahora sería la parte del Banco de España hasta el ex-Mc Donalds), y en medio del Coso… está lo que queda de unas columnas encima de un montón de escombros. Era la Cruz del Coso, un templete que mandó construir Fernando el Católico justo en el lugar en el que habían sido martirizados, según la tradición, Santa Engracia y sus compañeros, los Innumerables Mártires (dieciocho, concretamente). Ahí llevaba unos cuantos siglos, pero después de los Sitios quedó hecho un pingo, como gran parte de la ciudad.
El caso es que fue justo en ese lugar donde se levantó la fuente de Neptuno, y claro, a las mentes conservadoras de la ciudad no les hizo ninguna gracia que, justo en el lugar donde se había derramado la sangre de los mártires, se levantase una estatua de un dios pagano y medio desnudo. Y claro, no pararon, no pararon, hasta que consiguieron echar de allí al pobre Neptuno, que no tenía culpa de nada.
¿Veis algo raro en la foto? A la derecha, la fuente de Neptuno. A la izquierda, el monumento a los Mártires, la Religión y la Patria (o sea, el que hay ahora) en plena construcción (el sector más de derechas de la ciudad, encabezado por el deán del Pilar, Florencio Jardiel, consiguió que tampoco el monumento al Justicia se construyese aquí). La fuente se inauguró en 1845 y estamos en 1903, así que si echáis cuentas veréis que no les costó mucho “espachar” de allí a aquel dios pagano que a algunos les resultaba tan provocador.
La fuente pasó una larga temporada desmontada en algún almacén municipal, hasta que se montó una temporadilla corta en la arboleda Macanaz, al lado del río. Se supone que allí Neptuno estaría a gusto, con tanta agua, pero nadie le preguntó al dios y otra vez se lo llevaron de allí, y esta vez a un destino que se supone definitivo. ¿O no? Nunca se sabe en esta ciudad.
Lo cierto es que Neptuno, en el parque, está como en su casa. Con esas palmeras, el Huerva a sus pies, las cotorras que no paran… está como un dios, sí señor. ¿Y sus delfines? ¿O no son delfines? En realidad, qué más da. Algunos les llaman delfines, pero entre la tersura de la piel de un delfín, tan simpático y tan majete, y las escamas, la cola, las aletas y el gesto peligrosillo de estos de aquí… hay una diferencia. Tampoco son exactamente tritones, porque estos suelen tener cola de pez y cuerpo de hombre. Pero en fin, ¿a quién le importa? Siempre podemos preguntarles a ellos como prefieren que los llamemos, ¿no?
Si queréis conocer esta y muchas otras historias no os podéis perder nuestra visita sobre las “Historias del Parque Grande”, todos los domingos de abril y mayo a las 11’00. Si queréis más información o reservar entrad aquí o llamadnos al 976207363.
Calle San Agustín 27-29, 50002 Zaragoza
Teléfono 976 20 73 63
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sois geniales, lo que se aprende con vosotros
Muchísimas gracias. Así da gusto. Es genial que dejéis vuestra opinión, porque vamos colgando cosas pero nos gusta saber si os parecen interesantes o no.
CURRADA CARLOS
Muchas gracias. Sí que lleva curro, sí, pero merece la pena.
Que historias más chulas!!!!
Muchas gracias!!! Así da gusto. No cuesta nada dejar una opinión, y así sabemos si lo que publicamos aquí os interesa.
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